La "Gran Depresión" de 1929 dio lugar al nacimiento de la macroeconomía y John Maynard Keynes estableció un paradigma donde la aplicación de políticas monetarias y fiscales eran los medios idóneos para lograr que la producción y el empleo convergieran hacia el ingreso potencial de la economía.
Los economistas keynesianos lograron un prestigio por su alta capacidad de administrar politicas de demanda agregada entre la década de los años 40 hasta mediados de los años 60, así como también el logro de menores niveles de desempleo con aumentos de la tasa de inflación; sin embargo, a inicios de los años 70, la escuela monetarista liderada por Milton Friedman (monetaristas tipo I) puso en entredicho tanto la capacidad de administrar la demanda agregada como la posibilidad de explotar un "trade off" entre inflación y desempleo.
Versiones más extremas basadas en la hipótesis de expectativas racionales, liderados por Robert Lucas y Thomas Sargent (monetaristas tipo II), propusieron que todas las políticas económicas eran inefectivas en el corto plazo y no había espacio para que el Estado pudiese alterar el nivel de producción y empleo, por contar a los agentes económicos con una extraña habilidad de ser omniscientes o tener previsión perfecta, de manera tal que no podían ser sorprendidos por las políticas económicas, salvo si su actuación fuese inesperada por el público.
En los primeros años de la década de los 80, el monetarismo I y II degeneró en un "monetarismo bastardo" conocido como "economía de la oferta que proponía fundamentalmente: la reducción del Estado a su mínima expresión, dando paso a la privatización de las empresas públicas y a una menor carga tributaria que incentivarían el empleo y la producción; y la desregulación de los mercados, principalmente el financiero, el externo y el de trabajo. Lamentablemente la aplicación de estas ideas llevó a los Estados Unidos y al Reino Unido a tener unas finanzas públicas deterioradas, sin haber logrado aumentar el empleo y la producción.
El monetarismo tipo II retomó el liderazgo en el enfoque en que los precios flexibles permitían que los mercados se equilibren y logren una asignación óptima de los recursos en el sistema económico. La participación del Estado solamente podría empeorar la situación. Sin embargo, a mediados de los 80 surgía la escuela neokeynesiana, un nuevo enfoque donde, si bien los agentes eran plenamente racionales, existían rigideces de precios y/o salarios y dichas rigideces constituían respuestas óptimas, por parte de dichos agentes, y permitían à un espacio para la aplicación de las políticas económicas.
Como era de esperarse, el debate de mediados de la década de los 80 y toda la década de los 90, fue muy intenso, hasta que en el año 2006 el "establishment" de los economistas de los países desarrollados, la economía convencional, consideró que se había encontrado un gran consenso entre "nuevos keynesianos" y "nuevos clásicos". El consenso consistía en que se aceptaba que pudieran convivir ciertas rigidices de precios en ciertos mercados con flexibilidad plena en otros, se denominó a dicho consenso "Nueva Síntesis Neoclásica".
El desarrollo de estos nuevos modelos llevó a los macroeconomistas a afirmar que conocían de manera acabada el funcionamiento de los ciclos económicos y, por lo tanto, podían definir las acciones necesarias para moderar cualquier desviación peligrosa vía políticas fiscales o monetarias, lo concebían como un tema secundario y de fácil implementación, de tal manera que administrar las fluctuaciones económicas era una cuestión trivial, por lo que los esfuerzos deberían dirigirse a entender y analizar, con mayor precisión, los problemas referidos al crecimiento económico y la productividad global de la economía.
Dicho consenso fue de beneplácito y aceptación por economistas de prestigio como Olivier Blanchard, Ben Bernanke y Robert Lucas entre otros. Ese consenso fue conocido como “La gran moderación", una situación en la que el ciclo económico estaba plenamente domesticado y un desajuste de corto plazo no pasaba de ser un pequeño problema molestoso pero fácil de controlar y el largo plazo era el horizonte de análisis relevante para la macroeconomía; sin embargo, una gran crisis macroeconómica producto del terremoto financiero de 2008 estaba en ciernes.
El anuncio de la catástrofe que se avizoraba lo hizo el economista Nouriel Roubini a fines de 2006, quien explicó, en una conferencia en el FMI, que la burbuja financiera causada por estos valores estructurados (CDOs(19)) no soportaría el desplome inmobiliario en todo los EE.UU. y que varios bancos de inversión, como bancos comerciales, quedarían sumidos en una quiebra inminente. Varios de los asistentes a dicha conferencia soltaron ruidosas carcajadas, porque era inimaginable lo que profetizaba Roubini o "Dr. Catástrofe" como es conocido actualmente.
La predicción que lanzara Roubini en 2006 se materializó a mediados de 2008 y la catástrofe profetizada se hizo realidad, el sistema financiero entraba en una tremenda implosión, las actividades económicas se paralizaban día a día en varios Estados, el desempleo à por doquier, la "Gran Contracción" había llegado y el terremoto financiero aumentaba generaba sus réplicas en toda Europa, Japón, los países denominados BRICs(20), y las economías emergentes sufrían los efectos de la globalización financiera.
19 Collateralized Debt Obligations - Obligaciones de deuda con garantía colateral.
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