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miércoles, 13 de agosto de 2014

¿Ha llegado el momento de hacer balance?

Llegados al final de nuestro análisis de la deuda pública y de su influencia en el cocimiento económico, debemos hacer una pausa para reflexionar sobre las dificultades fiscales de Estados Unidos. Quienes estudien economía o elaboren la política económica en los años noventa habrán de afrontar la necesidad de pagar los intereses de una elevada deuda exterior y de devolverla y la posibilidad de que la economía crezca lentamente. La economía se convierte realmente en una ciencia sombría cuando se contempla el déficit. Charles Schultze, asesor económico de tres presidentes, señala las limitaciones que impone el déficit a la política de Estados Unidos: 

 Los grandes déficit han hecho casi imposible que [el gobierno federal] pueda considerar seriamente la posibilidad de crear grandes programas o de aumentar significativamente los existentes. Y el punto muerto en que se encuentran el presidente y el Congreso sobre la manera de eliminar los déficit no muestra signo alguno de desaparecer en un futuro inmediato. De hecho, la mayoría de los votantes, aunque deplora los déficit, parece dispuesto a castigar a lo.> candidatos que defiendan cualquiera de las dolorosas medidas que son necesarias realmente para acabar con ellos. 

Benjamín Friedman, profesor de la Universidad de Harvard, ha hecho una valoración aún más sombría: 

El camino radical por el que se lanzó la política económica de Estados Unidos en la década de 1980 infringió el principio moral básico que había unido a todas las generaciones de norteamericanos desde la fundación de la república: los hombres y las mujeres deben trabajar y comer, ganar y gastar, tanto privada como colectivamente, a fin de que sus hijos y los hijos de sus hijos hereden un mundo mejor. Desde 1980 hemos rotocon esa tradición siguiendo una política que equivale n vivir no sólo en el presente sino para el présente.. Parece razonable afirmar que el déficit ha sido la causa principal de los peores resultados de nuestra economía 

Pocos economistas tienen hoy palabras de alabanza para el gran déficit y la creciente deuda de Estados Unidos.

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