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martes, 19 de agosto de 2014

La gestión de la demanda - I

El principal factor que ha de considerar cualquier responsable de la política económica —ya sea el presidente o el gobernador del banco central— es la situación global de la economía y la necesidad de ajustar la demanda agregada. Cuando la economía está estancada, puede utilizarse la política fiscal y la monetaria para estimularla y fomentar la recuperación económica. Cuando amenaza la inflación, puede utilizarse para frenar la economía y apagar los incendios inflacionistas. Se trata de ejemplos de gestión de la demanda, expresión que se refiere a la utilización de la política monetaria y la fiscal para alcanzar el nivel deseado de demanda agregada.
Supongamos, por ejemplo, que la economía está entrando en una grave recesión. La demanda agregada está deprimida en relación con la producción potencial. ¿Qué puede hacer el gobierno para reavivar la economía? Puede gestionar la demanda agregada aumentando el crecimiento del dinero o elevando el déficit presupuestario público o haciendo ambas cosas a la vez. Una vez que la economía ha respondido al estímulo monetario y fiscal, aumenta el crecimiento de la producción y el empleo y disminuye el desempleo. (¿Qué medidas podría tomar el gobierno durante los periodos inflacionistas?) Veamos cuáles son las virtudes y los defectos relativos de la política monetaria y la fiscal.
¿Es importante la política fiscal? En las tres últimas décadas, la utilización de la política fiscal como instrumento de estabilización ha perdido una gran parte de su atractivo para los responsables de la política económica y los macroeconomistas. En las primeras fases de la revolución keynesiana, los macroeconomistas insistían en la política fiscal como solución más poderosa y equilibrada para gestionar la demanda. Gradualmente, comenzaron a observarse los defectos de la política fiscal. Se derivaban del momento de su aplicación, la política, la teoría macroeconómica y el propio déficit.
Uno de los problemas que se plantean se halla en que el período de tiempo que transcurre entre la perturbación cíclica y la respuesta efectiva es largo y está aumentando. En primer lugar, los economistas tardan tiempo en darse cuenta de que se ha alcanzado un punto de giro. Además del desfase en el reconocimiento, también existe un desfase en la respuesta, que va desde el momento en que el presidente decide qué hacer hasta que el Congreso debate y aprueba la medida. Por último, incluso aunque se modifiquen los impuestos o el gasto, existe un desfase en la eficacia antes de que responda la economía.

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