Un argumento válido para imponer
aranceles es que desplazarán la relación de intercambio
en favor del país que los imponga y en contra del extranjero. (Recuérdese que la relación de intercambio representa
el cociente entre los precios de las exportaciones y los precios de las importaciones.) Este argumento se basa en la
idea de que cuando un gran país establece aranceles sobre
las importaciones, éstos reducen el precio mundial de sus
importaciones, al tiempo que aumentan los precios de sus
exportaciones. Al desplazar la relación de intercambio en
favor de un país, éste puede exportar menos trigo y aviones
para pagar las importaciones de petróleo y automóviles. El
conjunto de aranceles que maximiza las rentas reales interiores cíe un país se denomina arancel óptimo.
El argumento de la relación de intercambio data de hace
150 años, se debe al defensor del libre comercio John Stuart
Mili y ha sido desempolvado recientemente por los teóricos
del comercio. Es el único que sería válido en condiciones de
pleno empleo y competencia perfecta. Podemos comprenderlo considerando el sencillo ejemplo del arancel óptimo
sobre el petróleo en el caso de un país grande. Un arancel
óptimo sobre el petróleo elevaría el precio nacional con
respecto al extranjero. Pero como disminuiría su demanda
como consecuencia y como constituiría una parte significativa de la demanda mundial de petróleo, el precio mundial
de mercado bajaría, por lo que parte del arancel recaería, en
realidad, sobre los extranjeros. (Vemos que un país muy
pequeño no podría utilizar este argumento, ya que no puede
influir en los precios mundiales.)
¿No hemos encontrado entonces un argumento teóricamente seguro en favor de los aranceles? La respuesta sería
afirmativa si pudiéramos olvidarnos de que se trata de una
política de «empobrecer al vecino» y no tener en cuenta las
reacciones de otros países.
Sin embargo, probablemente
éstos reaccionarán. Después de todo, si Estados Unidos
impusiera un arancel óptimo de un 30 por ciento sobre sus
importaciones, ¿por qué la Unión Europea. Japón y Brasil
no iban a imponer un arancel de 30 ó 40 por ciento sobre
las suyas? A la larga, como todos los países harían cálculos
e impondrían su propio arancel óptimo nacional, el nivel
global de aranceles podría ascender a 30 ó 50 por ciento.
A la larga, seguramente esa situación no mejoraría ni el
bienestar económico mundial ni el individual. Cuando todos los países imponen aranceles óptimos, es probable que
disminuya el bienestar económico de todo el mundo, ya
que aumentan los obstáculos al libre comercio. Todos se
beneficiarían si suprimieran las barreras comerciales.
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