Si hay tantos obstáculos para encontrar el ahorro interior
necesario para la formación de capital, ¿por qué no recurrir
más a las fuentes extranjeras? ¿No nos dice la teoría eco-
nómica que un país rico, que ya ha aprovechado todos sus
proyectos rentables de inversión, puede beneficiarse él
mismo y beneficiar al receptor inviniendo en proyectos
rentables en otros países?
De hecho, hasta 1914 el desarrollo económico se pro-
dujo de esa forma.
Durante el siglo pasado, Gran Bretaña
ahorró alrededor de un 15 por ciento de! PIB e invirtió la
mitad en el extranjero. Durante la mayor parte del periodo
posterior a la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos y
otros países avanzados prestaron grandes sumas a los países en vías de desarrollo. Las cifras relativas a la inversión
extranjera en los países de renta baja y media indican que
las transferencias de capital fueron muy elevadas: los prés-
tamos extranjeros ascendieron, en promedio, a 112.000
millones de dólares anuales en el período 1980-1982. Los
inversores de los países ricos enviaban sus fondos a otros
países en busca de mayores rendimientos que los que podían obtener en el suyo; los países pobres, ávidos de fondos
para financiar los proyectos de inversión o incluso el consumo, acogían con agrado este flujo de capital extranjero.
Sin embargo, a principios de los años ochenta el grado
de endeudamiento exterior de los países en vías de desarrollo era ya insostenible. La deuda total pendiente creció
cerca de un 20 por ciento al año y aumentó en casi 500.000
millones de dólares entre 1973 y 1982. Algunos de estos
préstamos se utilizaron con buen fin en inversiones en
prospecciones petrolíferas, fábricas de textiles y maquinaria para la extracción de carbón, pero parte se limitó a elevar los niveles de consumo.
Mientras las exportaciones de estos países crecieron a la
misma tasa, todo fue bien. Pero al subir los tipos de interés
internacionales y desacelerarse la economía mundial después de 1980, muchos países se encontraron con que su estrategia de préstamos e inversión los había llevado al borde
de una crisis financiera. Algunos (como Bolivia y Perú) necesitaban todos los ingresos por exportaciones simplemente para pagar los intereses de su deuda exterior. Otros
se vieron incapaces de cumplir el calendario de devolución
de su deuda. Casi todos los países en vías de desarrollo endeudados estaban tambaleándose como consecuencia de
las elevadas cargas de la deuda (es decir, la necesidad de
devolver los intereses y el principal).
Como consecuencia, un país tras otro, especialmente los grandes países iberoamericanos, se vieron en la imposibilidad de pagar los intereses y tuvieron que «renegociar» su deuda, o sea,
posponer su devolución.
A mediados de los años noventa, el mundo había aprendido a vivir con las grandes deudas pendientes de muchos países en vías de desarrollo. Aunque los países más pobres no se
han visto obligados a pasar hambre para devolver su deuda,
los préstamos de los países ricos a los pobres han avanzado
lentamente en comparación con períodos anteriores.
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