La iniciativa empresarial y la innovación. Podría
deducirse de historias como las de Japón o Estados Unidos
que la adaptación de la tecnología extranjera es una fácil
receta para el desarrollo. Podríamos decir: «Vete al extranjero y copia los métodos más eficientes; ponlos en
marcha en tu país y luego siéntate a esperar a que salga la
producción adicional.»
En realidad, el cambio tecnológico no es tan sencillo.
Podemos mandar un manual de ingeniería química a Pobrelandia. pero sin científicos, ingenieros y empresarios
cualificados y sin capital adecuado, Pobrelandia no puede
ni pensar en construir una planta petroquímica que funcione. Recuérdese que la tecnología avanzada se desarrolló
para las condiciones especiales de los países avanzados:
elevados salarios, abundante capital en relación con el trabajo, numerosos ingenieros cualificados, piezas de repuesto y servicios de reparación fáciles de conseguir. Estas
condiciones no se dan en los países más pobres.
Una de las tareas clave del desarrollo económico es fomentar la iniciativa empresarial.
Un país no puede prosperar si carece de un grupo de propietarios o directivos dispuestos a asumir riesgos, construir nuevas fábricas, adoptar
nuevas tecnologías, hacer frente a los conflictos laborales e
importar nuevos sistemas de gestión. El Estado puede fomentar la iniciativa empresarial creando servicios de divulgación para los agricultores, educando y formando a
la población trabajadora, estableciendo escuelas de administración de empresas y asegurándose de que él mismo
tiene un respeto saludable por los beneficios y el papel de
la iniciativa privada.
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