Los objetivos de la administración pueden ser distintos de los que tienen
los accionistas de la empresa. En una gran corporación la tenencia de las acciones puede estar distribuida en forma tan amplia que !os accionistas ni siquiera puedan llegar a formular objetivos propios y mucho menos a controlar o
influir sobre la administración. Con frecuencia la propiedad y el control son
cosas distintas, situación que permite a la administración actuar de acuerdo con sus propios intereses, y no en favor de los intereses de los accionistas.
Podemos pensar en la administración como si fuera un agente de los
dueños. Los accionistas, confiando que actuará en defensa de sus intereses le
delegan autoridad para tomar decisiones. Jensen y Meekling han desarrollado
una amplia teoría de la empresa bajo convenios de agencia.8 Demuestran que
lo principal, en este caso los accionistas, pueden asegurarse de que los agentes
(la administración) tomen las decisiones óptimas sólo si se les brindan incentivos adecuados y sólo si los supervisan. Los incentivos comprenden opciones de
acciones, primas y gratificaciones y guardan relación directa con la manera en
que las decisiones de la administración beneficien los intereses de los accionistas. La supervisión se puede llevar a cabo mediante el procedimiento de afianzar
al agente, revisando en forma periódica los beneficios de la administración
auditando los estados financieros y limitando, en forma explícita, las decisiones de la administración. Es evidente que estas actividades de control ocasionan costos como un resultado inevitable de la separación de la propiedad y
el control de una corporación. Cuanto menor sea el porcentaje de propiedad de
los administradores, será menor la posibilidad de que se comporten en forma
encaminada a elevar al máximo la riqueza de los accionistas y será mayor la
necesidad de que los accionistas que no participan en la administración los supervisen.
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